El Deportivo regresa a Segunda División después de 20 años por sus propios errores. Ayer lo tuvo casi todo a su favor. Un Valencia a medio gas, un Atlético que ganaba en Mallorca y que hacía bueno el empate, pero ni así. Y no fue posible por el problema que ha venido arrastrando este equipo durante toda la temporada: la falta de gol. Riki tuvo cinco claras, Adrián otro par, Colotto otra nítida en el último segundo, pero... nada de nada. Unas veces por falta de puntería, pero muchas otras también por un César que estuvo enorme en su despedida.
Riazor lloró desconsolado, como no podía ser de otra forma. La memoria trajo a la mente aquel Valencia de 1994 contra el que voló una Liga, pero el partido de ayer no tuvo nada que ver. Si González celebró aquel famoso penalti que paró a Djukic como el hito de su vida, Aduriz ni se inmutó cuando logró el 0-1. Bonito detalle de un futbolista que ahora vive la gloria en un grande, pero que ha sufrido muchas horas en equipos mucho más pequeños.
El partido en sí estuvo marcado por ese gol tempranero, que acongojó de tal manera al Deportivo que lo mató. Verse con 0-1 a los cuatro minutos pesa, y para el Depor fue una losa inamovible. Los nervios eran palpables en cada jugada, en cada regate fallido, en cada centro a las nubes, en cada remate fácil que volaba al limbo. La impotencia la personificó Riki. El delantero madrileño se encontró una vez con el poste, otra con César y otras tres más con sus temblorosas piernas. Riki lo intentó y lo intentó, pero nada de nada.Pero el madrileño no fue el único que pudo evitar la pesadilla, la tragedia de una ciudad que se ha volcado con su equipo hasta la última gota de su sangre. Adrián hizo una gran jugada en el inicio del segundo tiempo; buen desmarque, gran regate, pero como siempre, mal remate. El omnipresente Riki tuvo otra, lo mismo que Xisco, aunque la suma de ocasiones no fue el resumen de un acoso y derribo, porque el Depor seguía vivo gracias a la calma del Valencia y a dos paradas de kilates de Aranzubía. Primero le sacó una Mata en el 70' y después otra a Aduriz que parecía regatear y regatear buscando que alguien le robara para evitar convertirse en el gran verdugo. Daba la impresión de que el Valencia podía matar el partido cuando quisiese, mientras que la magia de Valerón se iba esfumando según los minutos caían sobre sus piernas.
Pero al final llegó el hundimiento, y la puntilla fue de Soldado cuando el reloj ya pasaba del tiempo de descuento. Riazor no lo podía creer, recordaba la Champions, el Centenariazo, aquella Liga, pero la realidad era otra. El golpe es duro, casi una estocada mortal, pero este club ha sabido levantarse cuando peor pintaban las cosas y volverá a hacerlo. Lendoiro llevó al Depor de Segunda al cielo, y ahora comienza otra visita al infierno del que este club saldrá por coraje, unión y una afición de Primera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario