El equipo de Villas-Boas se proclama campeón de la Europa League 2010/11 tras ganar por 1-0 al Sporting de Braga. Falcao marcó el único tanto del partido antes del descanso. Los de Domingos Paciencia lo intentaron en la segunda mitad pero su falta de pegada facilitó las cosas a un Oporto que se dedicó a esperar. Hulk dio un recital en Dublín y los 'dragones' recuperan su sitio en Europa tras no ganar un título continental desde la temporada 2003/04.
Villas Boas ganó para su Oporto un duelo de equipos de autor. Batió en el césped, no tanto en la pizarra, a Domingos Paciencia, el que una vez fue su ídolo. Villas Boas tiene 33 años. Es insultantemente joven y le llaman 'el nuevo Mourinho'. Trabajó con él y desde luego juega con un 4-3-3 que se parece al que aplicaba Mou en Oporto o Londres. Las comparaciones se multiplicarán ahora que Villas Boas acaricia también el triplete con el Oporto: ganó el campeonato de su país sin conocer la derrota, ha ganado la Europa League, le espera la final de la Copa. Villas Boas puede que sea el nuevo Mourinho o puede que no, pero es un técnico con personalidad, estilo e ideas muy claras. Y su Oporto es una obra de arquitectura casi perfecta. Incluso en noches como la de Dublín, de tono gris pero en las que la victoria vale un título.
El Oporto: un clásico y una de las imágenes fijas de la competitividad en el fútbol europeo. Un gran equipo que ficha bien y vende mejor. Fabrica estrellas, llena las arcas y gana títulos. Un saludable modelo que ahora sucede al Atlético de Madrid en el palmarés de la Europa League. Hoy por hoy y libra por libra es uno de los mejores equipos de todo el viejo continente. ¿Cuántos equipos de los que llegaron a cuartos en Champions eliminarían a este Oporto? Seguramente no muchos. Es un equipo de orden funcionarial atrás y libertad energética delante, de físico aplastante y calidad bien repartida en el campo. Un equipo con un plan y los jugadores perfectos para llevarlo a la práctica. O viceversa, siempre bajo la sombra muy alargada de Villas Boas. El Oporto teje telas de araña en su campo, atrapa la zona de creación (el eje Fernando-Guarín-Moutinho) y dispara arriba en ráfagas de Hulk y hachazos de Falcao, un delantero superlativo que laminó al Villarreal, decidió la final y ha hecho números de fútbol de antaño: 17 goles en 14 partidos de Europa League. Justo, justísimo campeón.
El Sporting de Braga de Paciencia es otro equipo con firma de autor que está a punto de quedarse sin técnico y sin algunos de sus referentes. Un equipo que sólo tiene una Intertoto y una Copa en blanco y negro (1966) pero que lleva asombrando a Europa desde el verano, cuando dejó fuera de la Champions League a un Sevilla en chanclas y con los ojos como platos. La fuerza del matagigantes y la fe de Cenicienta valieron 43 minutos de resistencia. Paciencia equilibró la batalla, selló a Guarín, incomodó a Falcao...casi un tiempo de perfecta concentración y trabajo impecable. Casi. En el único fallo, la única pérdida en zona peligrosa, el Oporto mató la final: centro de seda de Guarín, remate de furia de Falcao, de profesión delantero. Tanto remar, tanto sudar, tanto jugar al ajedrez y el Sporting de Braga tenía la final cuesta arriba. Un escenario de pesadilla, un sueño para un Oporto gris pero superior.
La segunda parte fue un ejercicio de impotencia que pudo cambiar cuando Mossoró, recién entrado, falló solo ante Helton, que hizo una de esas paradas que valen títulos, con algo de aquella de Casillas a Robben. Mossoró, sin romper a sudar, se encontró frente al portero con demasiado tiempo y demasiado espacio. Falló y en su error viajó la escasa fe de un equipo que lo intentó por empuje y energía pero al que no le llegó por fútbol para importunar demasiado a un Oporto cementoso que se replegó y ganó trabajando duro, sin el brillo que sí le ha acompañado en muchos tramos de la competición.
Ganó el favorito y ganó el mejor en una final en un estadio muy bonito pero no demasiado bonita. Ganó el Oporto de Hulk, que apenas dejó un par de sus latigazos atómicos, el de la jerarquía de Otamendi, la escoba de Fernando, la actividad de Guarín, la clase de Moutinho... y el instinto de Falcao, atacante de los de antes, de los de siempre. Ganó el Oporto de Villas Boas, 33 años, entrenador con galones y el futuro, todo el futuro, por delante. Ganó el Oporto aunque no hizo un buen partido y resulta, imposible negarlo con la temporada en perspectiva, absolutamente justo
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