Seguramente influya en la descripción del duelo barcelonés la batalla cruenta que ha librado el Barça. Los buenos modales exhibidos entre vecinos y la poca discusión por parte del Espanyol del dominio del Barcelona resultó muy placentera para los azulgrana, que vienen de encerrarse en la selva durante casi un mes en compañía de la más feroz de las fieras. La mansedumbre caracterizó el comportamiento de su rival del domingo.
Aunque el Espanyol enseñó garras y colmillos tras el sorteo de campos, con una avanzada línea de presión a pocos metros del área de Valdés, tuvo que plegar velas muy pronto y apostarse en sus propiedades, muy cerca de Kameni. Su momento eufórico duró un suspiro y sólo produjo una falta a Verdú en zona de peligro desde la que Callejón no consiguió encontrar la portería.
Todo lo demás lo tiñó el Barcelona de ganas de sentenciar la Liga, aunque ya sabía que la victoria no le garantizaría científicamente el trofeo. Dadas las rimbombantes gestas ultragoleadoras del Real Madrid, le convenía escribir el penúltimo renglón con buena letra. Cuando empezaron a cuidar de la pelota Xavi, Iniesta y Messi el Camp Nou enmudeció, como si ya no hiciera falta animar a un equipo con semejantes dotes.Rugió el soci culé cuando Iniesta improvisó una serie de regates tras encontrarse con un rechace defensivo y los concluyó con un tiro para la antología del curso. Giros, fintas y quiebros indescifrables para una defensa albiazul sorprendida sin que Kameni pudiera rescatarla con una parada.
Si David Villa reencontrara el tacto con el remate, el Barcelona podría competir en goleadas, pero lo cierto es que desde que litigó con su anterior representante lo ha perdido, al contrario que el juicio, del que salió vencedor
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