Hay partidos que resumen una época. El de ayer en Wembley, por ejemplo. En una encuentro que rozó la perfección, el Barça se coronó en Wembley ganando la cuarta Copa de Europa, lo que le sitúa en el Olimpo de los elegidos. Más, si tenemos en cuenta que es la tercera en cinco años y que se le ganó al Manchester United, el único equipo que ha amenazado, por proyecto y continuidad la era del Barça. Pero ayer, en un duelo cara a cara entre ambos, el fútbol dictó sentencia. El Barça es el mejor y tiene al mejor. Porque lo que ayer hizo Messi ante 165 millones de espectadores despeja dudas sobre el próximo Balón de Oro.
Messi fue decisivo en el partido de ayer, porque facilitó la tarea a su equipo e hizo un partido intimidatorio. Marcó, pasó, le hizo caños a todos menos a Ferguson, mandó y gambeteó tanto, que al final, los jugadores del United se miraban atemorizados pensando quién iba a entrarle. No querían quedar en evidencia. pero nada de lo que hizo Messi ayer hubiera sido posible sin un equipo.
El Barça de Guardiola consagró ayer su ingreso en el olimpo de los grandes equipos al lado del Madrid de Di Stéfano, el Ajax de Cruyff, el Liverpool de Paisley, el Bayern de Beckenbauer y el Milan de Sacchi. No se entendería este equipo sin la dirección de Guardiola, aunque tener a Messi y compañía ayude y mucho. Pero la prueba definitiva de que este equipo no basa su éxito sólo en lo que pasa sobre el césped, sino en lo que pasa durante todo el día llegó en el momento de recoger la Copa, cuando el elegido para alzar el trofeo no fue ni Puyol, ni Xavi, ni Valdés. Ni siquiera Messi, que había sido hombre del partido. La cuarta, la de la gloria, la del volcán, la recogió Eric Abidal. Símbolo de la resistencia de este equipo. Y si tienen dudas, observen cómo celebraron la Copa, todos cogidos de la mano y jugando con los aspersores que se encendieron por sorpresa en el estadio de Wembley.
La final empezó como la de hace dos años, con el Manchester United avasallando y al Barça constándole ponerse en situación. La diferencia estaba en que los Red Devils no tenían a Cristiano para chutar lo primero que le llegaba y los diez minutos de achuchó del United fueron más agresivos que efectivos.
De entrada, todo fue muy parecido a lo que pasó en Roma hace dos años, hasta que el Barcelona recuperó una pelota en el medio del campo y dio el primer susto. Chutó Villa y se fue fuera. Sirvió el aviso del Guaje para que el Manchester recordara terrores ancestrales.Messi, omnipresente, se hinchaba a hacer caños y Ji Sun Park tenía que poner a prueba sus pulmones para llegar siempre unos segundos tarde a las acciones del argentino.
Con Messi desatado en los esláloms y el Manchester mirando al banquillo suspirando por llegar a los penaltis en el minuto 20, llegó el primer zarpazo del Barça. Busquets recuperó un balón en la medular, lo sirvió a Xavi, que hizo un no-control orientado dejando pasar la pelota entre sus piernas para servir al espacio una asistencia a Pedro que derrotó a Van der Sar en el uno contra uno.
Rooney, estilo Barça. Parecía el partido ya decantado, más que nada, porque el Barça volvió a esconderle la pelota al United tras el gol, pero ya dice el refrán que no se pueden entregar las medallas mientras haya un inglés en carrera. Y el Machester marcó un gol al estilo Barça. Recuperaron el balón en un saque de banda de los catalanes, hicieron tres paredes, la última en fuera de juego de Giggs, para que Rooney firmara el empate a uno a falta de diez minutos para el final de la primera parte.
Quedaba ver qué pasaba en la segunda, pero ahí el Barça ya no dio opción alguna. Al toque de corneta de Messi, que hizo 25 minutos iniciales del segundo tiempo devastadores, el Barça empezó a meterle el agua en casa al United. Así llegó el golazo de Messi en el 54. Un zapatazo a la gloria que ya puso el partido cuesta abajo para el Barça.
Una nueva maravilla de Messi acabó con el tercer gol de Villa, quien obtuvo finalmente el premio a una temporada muy complicada. A partir del 3-1, el partido fue una tortura para el United, que temía más a Messi que a un nublao, mientras que el Barcelona se parapetaba detrás del balón.
La nota emotiva, una de esas que hacen que este equipo sea algo más que un grupo de futbolistas que juegan estupendamente al fútbol estuvo en la salida al campo de Puyol, que se perdió la final y que pasará de la rúa de campeones prevista para hoy, al quirófano.
Cuando Kassai señaló el final del partido, el Barça explotó, el United se resignó y los historiadores del fútbol europeo ya tienen otra fecha que reseñar en sus anales. La del 28 de mayo del 2011. En Wembley: Un partido para una época.